jueves, 8 de mayo de 2014

TEATRO / CRÍTICA "La Bella de Amherst (Emily Dickinson)" de William Luce Dirigido por Juan Pastor

TEATRO / CRÍTICA

"La Bella de Amherst (Emily Dickinson)" de William Luce Dirigido por Juan Pastor
Intérprete María Pastor
Teatro Guindalera (Madrid) http://www.teatroguindalera.com/
Estreno 7 de Mayo 
Representaciones jueves, viernes, sábados y domingos de mayo y junio de 2014
ESPACIO ESCÉNICO: Juan Pastor
AMBIENTACIÓN: Teresa Valentín-Gamazo
REALIZACIÓN DE VESTUARIO: Ana Montes
ILUMINACIÓN: Sergio Balsera
FOTOGRAFÍA: Alicia González /Manuel Martinez/Manuel Benito
DISEÑO GRÁFICO: laplaya.org
AYUDANTE DE PRODUCCIÓN: Julio Provencio
COMUNICACIÓN Y PRENSA: Manuel Benito


Este espectáculo se produce con el apoyo de ESPECTADORES MICROMECENAS PRODUCTORES


        
         “PRESENTIMIENTO es esa larga sombra
            sobre el césped: anuncia
            que los soles se extinguen,
            advirtiendo a la yerba sorprendida
            que la noche está a punto de pasar”
            Emily Dickinson


Emily Dickinson fue una poetisa estadounidense llena de vida en sus versos, repleta de lírica, ávida de naturaleza, una mujer liberada y librepensadora pese a vivir encerrada, existía al margen de la estrechez de su sociedad, era una visionaria de su época (como Walt Whitman o Henry David Thoreau). Pero a diferencia de aquellos vivió en su propia dimensión, alejada del mundanal ruido, en la granja paterna. Con poco trato personal con su entorno humano. Imbuida en sus escritos, una actividad íntima y existencial, vital, sin la cual su vida pierde su norte. El pasado domingo tuve el placer de acudir a un preestreno de esta obra que desborda creatividad y agilidad. El estreno oficial fue ayer miércoles en el Teatro Guindalera.



                              Foto: Manuel de Benito



Juan Pastor escoge el texto de William Luce para desvestirlo y mostrar su esencia, para dar a conocer a una escritora ejemplar y dar voz a Emily Dickinson, un talento no tan conocido por estos lares. He aquí una obra que sirve para mostrar su personalidad, su personaje y su obra. Y las condiciones vitales en las que se fraguó.  La vida recluida, el carácter incisivo, escurridizo, esquivo, de una artista que se salía de las normas y de los códigos de la época. Mediante la voz del monólogo, a través de la propia Dickinson, interpretada por María Pastor, el texto va configurando el mundo de la poetisa. Con una escenografía minimalista y de ensueño, en un espacio entre surrealista, y de maravillas, donde todo encaja a la perfección.  El tiempo se para (un reloj detenido cuál reloj daliniano), los detalles importan, y las cosas y los objetos no son como deberían ser (una tetera que Dickinson sirve si contener té). Todo muy ficticio, pero con la magia de la vegetación, las sillas y la mesa (en una parte central pero colocadas hacia al fondo) que caen del cielo antes de entrar en contacto con la tierra, deteniéndose. Y recreando una Dickinson de 184 años, de aspecto pálida, de naturaleza inmortal, que se ha detenido en el tiempo. Esa Emily Dickinson interpretada de manera apabullante por María Pastor.


                         

                             Foto: www.larepublicacultural.es


Un espectáculo al que le falta algún ajuste y rodaje, como precisaron en una charla con el público tras la representación el director Juan Pastor y la actriz María Pastor. Pero que ya manifiesta una soberbia puesta en escena. Un texto ágil, a veces denso y tan contundente que puede perderse el hilo, pero que tiene un carácter estimulante. María Pastor está radiante, demostrando su capacidad para meterse en el personaje, con precisión y rapidez, encajando esos cambios tan dinámicos, metiéndose en el devenir trepidante del personaje de Dickinson, captando su poética. Aquí hay teatro de riesgo, de ese que llega, que estimula, que sugiere. Desde un personaje clásico, un modelo literario y la elección de un estilo de vida, el texto desde la ficción y la realidad histórica presenta un contraste respecto a nuestra vida actual, tal y como la entendemos. Resulta ser ese tipo de obras que impactan en el espectador. Para hacernos girar, dar vueltas en ese vivir, en ese estado de búsqueda y descubrimientos, y plantearnos dilemas.

La compañía residente del Teatro de la Guindalera ofrece de nuevo una obra redonda, arriesgada, ágil, trepidante, onírica, llena de magia, de poesía y de ensueños. Otro teatro es posible. Y éste nos maravilla y nos vuelve a confirmar la ilusión en el teatro de aquí. Y en la cultura. Porque aquí hay talento, aunque desde las altas esferas se empeñen en ningunear nuestra riqueza cultural.




                                         



No hay comentarios: