Dominique A (en solo)
Miércoles 24 de
junio de 2015
Teatro del
Instituto Francés (Madrid)
Sacré français!
Sagrado
francés, en la traducción literal. En la traducción más legítima diríamos “¡Jodido
francés!”, pero no en el sentido figurado, sino en el sentido más cariñoso.
Muchos gozamos con la música de Dominique A, porque te toca las entrañas.
Porque sus letras abordan la oscuridad, pero extrayendo hasta de esas sombras
los destellos más inverosímiles. Una amalgama de sensaciones, desde la miseria
y el desconcierto, el lado salvaje de la humanidad, el desamor, la borrachera
del alma, hasta la luz, los recovecos y los detalles más desapercibidos de la
vida. Todo cuadra en su música, hasta el límite de descolocarte y volverte a
recolocar.
Y es que ver
en solitario a músicos en directo como Dominique A es como ver un arco iris con
todos sus colores, con todos sus registros, con toda su fortaleza, desplegando
toda su naturaleza. Es un animal de escena. Tímido pero sonriente, intentando
comunicarse en español, con un lenguaje escénico gestual muy rico, con una vena
muy rock incluso punk, con una energía arrebatadora, contagiosa.
El
público que acudió al Teatro del Insituto Francés de Madrid esperaba un
showcase del francés, que venía a presentar ‘Éleor’ (Cinq7 / Popstock!, 2015)
su décimo disco de estudio. Se anunciaba un concierto de 40 minutos. Pero la
realidad fue otra. Un verdadero concierto de más de una hora y cuarto. Y él
sólo defendiendo sus canciones con una maestría sin igual. Ofreciendo sus
canciones desde la raíz de la guitarra y la voz, incorporando capas de voces y
guitarras. Aportando otra lectura, llegando al origen mismo de su música. Y
todo eso desde la firmeza y la autenticidad. Algo de lo que no pueden presumir
todos los músicos.
El de Provins
(Île de France) arrancó frío pero majestuoso con “L’Ocean”, desde ya una de sus
canciones para la posteridad. Ofreció un repertorio buscando su cara más
desconocida, tocando inéditas como “Sarah Bristol”, escarbar en la preciosidad
de “Quelque lumières” y dejarse llevar por esa preciosa balada que es “Par les
lueurs” o una canción etérea y flotante como “Le convoi” ¡Qué maravilla escuchar ese canto al amor y al
desamor que es “Au revoir mon amour”! De su último disco también tocó “Passer nous
voir”, “Éleor”, “Semana Santa”. Y como muestra su lado salvaje en “Antonia”, la
tensión de “Hotel Congress” o la urgencia de “Hasta que el cuerpo aguante”.
Hubo bises con “una canción pop” como “Dans un camión” o rescatar “Otto Box”
(de su segundo disco) dónde vimos a los Buzzcocks en un solo hombre.
Tuvo algunos
errores a la hora de encajar melodías y alguna parte vocal, pero es que todo se
restituye con la energía escénica, esa manera de cantar recitando, esas suaves melodías
que franquean tus emociones más vivas, esa fiereza que muestra el revés del ser
humano. Moviéndose, transformándose, conviviendo con su música, como actor e
intérprete ideal de sus canciones. Dominique A o el equilibrio perfecto entre
la energía y la calma. La mezcla ideal entre el autor y el intérprete. El cruce
perfecto entre lo salvaje y lo sutil. En solo el hombre gana a la máquina, la
música vence al formato reducido, y todos salimos ganando. Más Dominique A y
con banda, en febrero de 2016.