jueves, 13 de diciembre de 2018

TEATRO / Calígula de Albert Camus Dramaturgia y dirección Mario Gas (CDN)

 




                         TEATRO / CALÍGULA de Albert Camus
                         Teatro María Guerrero (CDN)
                         (Del 4 de diciembre al 30 de diciembre de 2018)
                         Respresentación del domingo 9 de diciembre de 2018
                         Traducción Borja Sitjà
                         Dramaturgia y dirección Mario Gas

                                     Fotos del dossier de http://cdn.mcu.es


Resulta sorprendente y significativo que una obra fechada en 1944 tenga una vigencia candente. Eso dota de entidad más a un texto. Y tanto. Sin embargo, todo radica en un hecho inapelable: los temas universales siempre están ahí. Y la obra teatral Calígula posee vigencia porque a pesar de lo lejano que queda la historia del emperador romano Calígula, las pasiones humanas, y las maneras de actuar se repiten con el paso de los siglos. En este caso refleja la lógica del emperador tras la muerte de Drusila, su hermana y amante. Y como este acto, más allá de lo que significa el incesto, le produce un quiebro fundamental para actuar de una forma despiadada, buscando lo absoluto, lleno de odio y desprecio, rechazando el amor, la amistad, el bien o cualquier sentimiento sanador y creador de harmonía positiva.

El texto de Calígula pertenece a Albert Camus, el famoso escritor francés y dramaturgo, conocido por su novela ‘El extranjero’ (1942). El texto tiene la dureza de ir sin rumbo. De ver el abismo de la sociedad. De perder el objetivo, la cordura y volverte un egoísta, un megalómano, ejerciendo un poder gratuito. Es un texto ágil, lleno de enredos, de traición y de muertes implacables que sin ser vistas están presentes. Calígula y su relación con Cesonia, y los enveses de la posición en una relación; o la pugna verbal con Quereas y con Escipión, el poeta; y cómo pese a las tragedias, a las decisiones despiadadas permanece ahí la lealtad, o el amor. Calígula lleva la lógica de las acciones hasta el final. Sin demasiadas contemplaciones. Como una revelación de los dioses. Como un deber del alma.


Las bajas pasiones. La crueldad o la falta de empatía, la falta de humanidad. Las decisiones tomadas sin el consenso, sin tener en cuenta al pueblo, a la polis, a la sociedad. Algo que coincide con estos tiempos, con estos gobiernos ingratos, dirigidos por entes que no piensan en conciliación ni en el bien común (sea en términos de paz, de medio ambiente, de convivencia, de procesos migratorios o de terrorismo). Y es que Camus veía la sombra del hombre en todas sus obras. Y por lo que vemos la sombra es alargada en estos tiempos de posverdad, y de impacto inmediato de las noticias. No importa el cómo sino el qué, no importa el contenido sino la forma, lo importante es llegar seas Trump, Bolsonaro, Salvini o Vox. Así que analizar esas pasiones en el gobierno, y en este caso en la figura de un emperador, de un máximo gobernante, aunque sea remontarse a tiempos pretéritos, sirve para ver la evolución o la involución de nuestra ética, de nuestra política y de nuestros líderes. Impacta por lo que relata. No por el final que vemos venir, que se intuye de lejos. Sino por la manera de desarrollarse los actos.

 

Pero vamos al grano. Al montaje. En resumen, el montaje se sostiene sobre todo por el texto y por el elenco. Me gustó mucho ese tablero, ese escenario inclinado hacia al público. Ese aparente minimalismo de la iluminación, que resalta y busca las luces y las sombras de los diálogos, de las reflexiones, de las acciones. Mario Gas elige un reparto de excepción. Destaca en especial Calígula interpretado por Pablo Derqui. Pero también está magnífica Mónica López como Cesonia. El resto del reparto resulta muy creíble, son actores de largo recorrido, aunque hay algunos momentos o puntos un tanto impostados.

Si que me sobra lo gratuito de ciertos interludios musicales. Por mucho que me guste David Bowie y su “Let’s Dance”, ese momento de baile, coreográfico, con el maquillaje del rayo, los leotardos y esa estética glam, es una salida de tono sin mucho sentido. No entiendo esa manera de hacer contemporáneo un texto acudiendo a reflejos o comparaciones actuales. Aunque sirva eso como apuntes o detalles, si desconectan un tanto con la dimensión del texto. Por lo demás, me parece bien traída al caso y a la actualidad una obra que tendría que hacer pensar a nuestra sociedad, y en especial a nuestros políticos, sobre el mundo que queremos y sobre la importancia de las decisiones. Y más allá sobre el mal y la maldad. Dar luz a las sombras humanas. Algo más que necesario para saltar los grandes obstáculos contemporáneos, así como los muros de la vergüenza.