TEATRO / CALÍGULA de Albert Camus
Teatro María Guerrero (CDN)
(Del 4 de diciembre al 30 de diciembre de 2018)
Respresentación del domingo 9 de diciembre de 2018
Traducción Borja Sitjà
Dramaturgia y dirección Mario Gas
Resulta
sorprendente y significativo que una obra fechada en 1944 tenga una vigencia
candente. Eso dota de entidad más a un texto. Y tanto. Sin embargo, todo radica
en un hecho inapelable: los temas universales siempre están ahí. Y la obra
teatral Calígula posee vigencia porque a pesar de lo lejano que queda la
historia del emperador romano Calígula, las pasiones humanas, y las maneras de
actuar se repiten con el paso de los siglos. En este caso refleja la lógica del
emperador tras la muerte de Drusila, su hermana y amante. Y como este acto, más
allá de lo que significa el incesto, le produce un quiebro fundamental para
actuar de una forma despiadada, buscando lo absoluto, lleno de odio y
desprecio, rechazando el amor, la amistad, el bien o cualquier sentimiento
sanador y creador de harmonía positiva.
El
texto de Calígula pertenece a Albert Camus, el famoso escritor francés y
dramaturgo, conocido por su novela ‘El extranjero’ (1942). El texto tiene la
dureza de ir sin rumbo. De ver el abismo de la sociedad. De perder el objetivo,
la cordura y volverte un egoísta, un megalómano, ejerciendo un poder gratuito. Es
un texto ágil, lleno de enredos, de traición y de muertes implacables que sin
ser vistas están presentes. Calígula y su relación con Cesonia, y los enveses
de la posición en una relación; o la pugna verbal con Quereas y con Escipión,
el poeta; y cómo pese a las tragedias, a las decisiones despiadadas permanece
ahí la lealtad, o el amor. Calígula lleva la lógica de las acciones hasta el
final. Sin demasiadas contemplaciones. Como una revelación de los dioses. Como
un deber del alma.
Las
bajas pasiones. La crueldad o la falta de empatía, la falta de humanidad. Las
decisiones tomadas sin el consenso, sin tener en cuenta al pueblo, a la polis, a la sociedad. Algo que coincide
con estos tiempos, con estos gobiernos ingratos, dirigidos por entes que no
piensan en conciliación ni en el bien común (sea en términos de paz, de medio
ambiente, de convivencia, de procesos migratorios o de terrorismo). Y es que
Camus veía la sombra del hombre en todas sus obras. Y por lo que vemos la sombra
es alargada en estos tiempos de posverdad, y de impacto inmediato de las
noticias. No importa el cómo sino el qué, no importa el contenido sino la
forma, lo importante es llegar seas Trump, Bolsonaro, Salvini o Vox. Así que
analizar esas pasiones en el gobierno, y en este caso en la figura de un
emperador, de un máximo gobernante, aunque sea remontarse a tiempos pretéritos,
sirve para ver la evolución o la involución de nuestra ética, de nuestra
política y de nuestros líderes. Impacta por lo que relata. No por el final que
vemos venir, que se intuye de lejos. Sino por la manera de desarrollarse los
actos.
Pero
vamos al grano. Al montaje. En resumen, el montaje se sostiene sobre todo por
el texto y por el elenco. Me gustó mucho ese tablero, ese escenario inclinado
hacia al público. Ese aparente minimalismo de la iluminación, que resalta y busca
las luces y las sombras de los diálogos, de las reflexiones, de las acciones. Mario
Gas elige un reparto de excepción. Destaca en especial Calígula interpretado
por Pablo Derqui. Pero también está magnífica Mónica López como Cesonia. El
resto del reparto resulta muy creíble, son actores de largo recorrido, aunque
hay algunos momentos o puntos un tanto impostados.
Si que me sobra lo gratuito de ciertos interludios musicales. Por mucho que me guste David Bowie y su “Let’s Dance”, ese momento de baile, coreográfico, con el maquillaje del rayo, los leotardos y esa estética glam, es una salida de tono sin mucho sentido. No entiendo esa manera de hacer contemporáneo un texto acudiendo a reflejos o comparaciones actuales. Aunque sirva eso como apuntes o detalles, si desconectan un tanto con la dimensión del texto. Por lo demás, me parece bien traída al caso y a la actualidad una obra que tendría que hacer pensar a nuestra sociedad, y en especial a nuestros políticos, sobre el mundo que queremos y sobre la importancia de las decisiones. Y más allá sobre el mal y la maldad. Dar luz a las sombras humanas. Algo más que necesario para saltar los grandes obstáculos contemporáneos, así como los muros de la vergüenza.
Si que me sobra lo gratuito de ciertos interludios musicales. Por mucho que me guste David Bowie y su “Let’s Dance”, ese momento de baile, coreográfico, con el maquillaje del rayo, los leotardos y esa estética glam, es una salida de tono sin mucho sentido. No entiendo esa manera de hacer contemporáneo un texto acudiendo a reflejos o comparaciones actuales. Aunque sirva eso como apuntes o detalles, si desconectan un tanto con la dimensión del texto. Por lo demás, me parece bien traída al caso y a la actualidad una obra que tendría que hacer pensar a nuestra sociedad, y en especial a nuestros políticos, sobre el mundo que queremos y sobre la importancia de las decisiones. Y más allá sobre el mal y la maldad. Dar luz a las sombras humanas. Algo más que necesario para saltar los grandes obstáculos contemporáneos, así como los muros de la vergüenza.
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