TEATRO / CRÍTICA
"La Bella de Amherst (Emily Dickinson)" de William
Luce Dirigido por Juan Pastor
Estreno 7 de Mayo
Representaciones jueves, viernes, sábados y domingos de mayo y junio de 2014
ESPACIO ESCÉNICO: Juan Pastor
AMBIENTACIÓN: Teresa Valentín-Gamazo
REALIZACIÓN DE
VESTUARIO: Ana Montes
ILUMINACIÓN: Sergio Balsera
FOTOGRAFÍA: Alicia González
/Manuel Martinez/Manuel Benito
DISEÑO GRÁFICO: laplaya.org
AYUDANTE DE PRODUCCIÓN: Julio Provencio
COMUNICACIÓN Y PRENSA: Manuel Benito
“PRESENTIMIENTO es esa larga sombra
sobre el
césped: anuncia
que los
soles se extinguen,
advirtiendo a
la yerba sorprendida
que la noche
está a punto de pasar”
Emily
Dickinson
Emily Dickinson fue una poetisa
estadounidense llena de vida en sus versos, repleta de lírica, ávida de
naturaleza, una mujer liberada y librepensadora pese a vivir encerrada, existía
al margen de la estrechez de su sociedad, era una visionaria de su época (como Walt
Whitman o Henry David Thoreau). Pero a diferencia de aquellos vivió en su
propia dimensión, alejada del mundanal ruido, en la granja paterna. Con poco
trato personal con su entorno humano. Imbuida en sus escritos, una actividad
íntima y existencial, vital, sin la cual su vida pierde su norte. El pasado
domingo tuve el placer de acudir a un preestreno de esta obra que desborda
creatividad y agilidad. El estreno oficial fue ayer miércoles en el Teatro
Guindalera.
Foto: Manuel de Benito
Juan Pastor escoge el texto de
William Luce para desvestirlo y mostrar su esencia, para dar a conocer a una
escritora ejemplar y dar voz a Emily Dickinson, un talento no tan conocido por
estos lares. He aquí una obra que sirve para mostrar su personalidad, su
personaje y su obra. Y las condiciones vitales en las que se fraguó. La vida recluida, el carácter incisivo,
escurridizo, esquivo, de una artista que se salía de las normas y de los
códigos de la época. Mediante la voz del monólogo, a través de la propia Dickinson, interpretada por María Pastor, el texto va configurando el mundo de la poetisa. Con una
escenografía minimalista y de ensueño, en un espacio entre surrealista, y de maravillas, donde todo encaja a la
perfección. El tiempo se para (un reloj
detenido cuál reloj daliniano), los detalles importan, y las cosas y los
objetos no son como deberían ser (una tetera que Dickinson sirve si contener té).
Todo muy ficticio, pero con la magia de la vegetación, las sillas y la mesa (en una parte
central pero colocadas hacia al fondo) que caen del cielo antes de entrar en
contacto con la tierra, deteniéndose. Y recreando una Dickinson de 184 años, de aspecto pálida, de naturaleza inmortal, que se ha detenido en el tiempo. Esa Emily Dickinson interpretada de
manera apabullante por María Pastor.
Foto: www.larepublicacultural.es
Un espectáculo al que le falta algún
ajuste y rodaje, como precisaron en una charla con el público tras la
representación el director Juan Pastor y la actriz María Pastor. Pero que ya
manifiesta una soberbia puesta en escena. Un texto ágil, a veces denso y tan
contundente que puede perderse el hilo, pero que tiene un carácter estimulante.
María Pastor está radiante, demostrando su capacidad para meterse en el
personaje, con precisión y rapidez, encajando esos cambios tan dinámicos,
metiéndose en el devenir trepidante del personaje de Dickinson, captando su
poética. Aquí hay teatro de riesgo, de ese que llega, que estimula, que
sugiere. Desde un personaje clásico, un modelo literario y la elección de un
estilo de vida, el texto desde la ficción y la realidad histórica presenta un
contraste respecto a nuestra vida actual, tal y como la entendemos. Resulta ser
ese tipo de obras que impactan en el espectador. Para hacernos girar, dar
vueltas en ese vivir, en ese estado de búsqueda y descubrimientos, y
plantearnos dilemas.
La
compañía residente del Teatro de la Guindalera ofrece de nuevo una obra
redonda, arriesgada, ágil, trepidante, onírica, llena de magia, de poesía y de
ensueños. Otro teatro es posible. Y éste nos maravilla y nos vuelve a confirmar
la ilusión en el teatro de aquí. Y en la cultura. Porque aquí hay talento, aunque desde las altas esferas se empeñen en ningunear nuestra riqueza
cultural.
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