jueves, 18 de febrero de 2016

FOTOGRAFÍA / MÚSICA / JAZZ Entrevista a la fotógrafa Esther Cidoncha



Esther Cidoncha en acción.




Portada del libro de fotografías de Esther Cidoncha publicado por La Fábrica en 2014.



 


El pasado mes de noviembre de 2015 la revista El Duende de Madrid publicó El libro Blanco y Negro del Jazz (podéis leer en issu el número aquí). Contribuí con tres textos. De los cuáles dos entrevistas con el saxofonista Ariel Brínguez y la fotógrafa Esther Cidoncha. Coincidiendo con la exposición de Esther Cidoncha en el Jazz Bar del Hotel AC Recoletos, inaugurada el pasado viernes 5 de febero, publico la entrevista entera, y la acompaño de sus excelentes fotos.



El Hotel AC Recoletos (consultar en su Facebook la programación) tiene una excelente programación de conciertos de jazz, todos los jueves del mes a las 21 horas y alguna fecha especial. Otro lugar de Madrid donde el jazz sigue más vivo que nunca.


Tu vida respira jazz, se nota cómo te llega y la sensibilidad con esta música en tus retratos e instantáneas. Pero, ¿Cuál fue tu primer soplo de jazz? ¿Cuándo apareció el jazz en tu vida? Y. ¿Por qué?
Y, ¿Cuándo llegó para quedarse?
Mis primeros negativos datan de 1989 fotografiando al mítico grupo legendario Modern Jazz Quartet, uno de los combos más influyentes en la historia del jazz moderno. Los vi en Valencia y durante la década de los años noventa prácticamente la mayoría de mis fotografía se han hecho allí, junto con el Festival de jazz de San Sebastián y el Festival Jazz Aux Remparts en Bayonne. Pero a mí el jazz me gustó mucho antes, escuchando en casa de un amigo discos de los grandes maestros como Art Blakey, Charlie Parker, Miles Davis o Coleman Hawkins. En seguida me gustó esta música a veces extraña y difícil pero también sugestiva y evocadora. Llegó directamente y me atravesó como un rayo.

El jazz se mueve mucho en la improvisación, en las jam sessions ¿La fotografía se improvisa?
En efecto, si la fotografía es de un concierto sí tiene una parte de improvisación. Al ir a un club de jazz nunca sabes lo que te vas a encontrar, cómo es el local, su escenario, cómo va a ser la iluminación, la colocación de los músicos, los altavoces cómo están situados, si hay atriles delante del instrumentista, los micrófonos, el público, todo ello hace que ciertamente haya una parte importante de improvisación. Es todo un riesgo, un desafío constante. A veces de ello puede salir una foto fabulosa. Hay misterio en ello porque cada concierto es muy diferente y de antemano el resultado no se puede prever. Es sorpresa y a la vez estímulo. Las mejores fotos nunca sabes cuándo van a surgir. Es una de las cosas que más me sorprende del jazz.

¿Cómo llevaste el cambio de la cámara analógica a la digital? ¿Qué echas en falta ahora? ¿Qué has ganado?
Danos algunas virtudes y defectos de una y otra.
En la década de los años noventa trabajé con una cámara reflex analógica muy pequeña, una Yashica. Y la verdad es que tenía una gran calidad, mucha profundidad de campo, gran gama de grises. Más que la cámara en sí intervienen otros factores como el revelado de las fotografías, la habitación oscura para el positivado, los diferentes líquidos y papeles a utilizar. El mundo digital ha entrado en otra dimensión facilitando el trabajo manual que debía ser perfecto y exquisito sin errores pues con el ordenador y las nuevas cámaras se puede corregir tantas veces uno quiera. Cada día hay más facilidades. Pero ojo y atención eso no quiere decir que las fotografías sean mejores ni mucho menos, sino que hay más facilidades para disparar cientos de fotos y luego poder trabajar con ellas. Pero sin olvidar que siempre el fotógrafo, el ser humano está por encima de las máquinas. Y es su talento y su experiencia su genialidad lo único que cuenta. Mantener la calma y tener intuición es importante y decisivo en esta época digital porque es muy fácil disparar en un breve espacio de tiempo un sinfín de fotografías. Hay que saber lo que uno quiere hacer con la cámara, es un utensilio al servicio de un objetivo. Tener un criterio buscando la excelencia del momento. En el fondo es lo mismo una cámara u otra. Lógicamente en el jazz cuánta más sensibilidad tenga a la luz mejor ya que se desarrolla en ambientes y atmósferas de luz muy tenue.

¿Cómo apareció la fotografía en tu vida? ¿Quiénes ha sido tus maestros, tus modelos, tus fotógrafos ejemplares?
Sin duda estoy influenciada no sólo por los grandes fotógrafos de jazz como Herman Leonard, William Claxton, Francis Wolff o Lee Friedlander entre otros; sino también de los grandes maestros de la fotografía como Henri Cartier-Bresson, André Kertész, Walker Evans, Harry Callahan, Bill Brant o Rodchenko entre otros. Siempre me ha gustado hojear catálogos de fotografía. Supongo que la fotografía apareció de esta forma en mi vida queriendo imitar a los fotógrafos que admiro. Y sobre todo me enamoré de las portadas del sello discográfico Blue Note, no me cansaba de mirarlas una y otra vez, con diseño del gran Reid Miles y fotografías de Francis Wolff. Las imágenes del clásico fotógrafo de jazz Herman Leonard que retrató la época dorada del jazz años 40 y 50 en Nueva York fueron fundamentales para que me decidiera por probar suerte en esta afición.
  
Has sido bailarina de clásico y contemporáneo ¿Te encanta captar el movimiento?
Sí, lo hago hasta sin darme cuenta. No sólo me gusta el movimiento, también me interesan otros conceptos dentro del mundo de la danza como es la coreografía, la colocación de elementos (trasladado al jazz sería: músicos, instrumentos, micrófonos, atriles, partituras, focos, cortinas), las composiciones, el espacio, la iluminación y lo dramático que encierra un escenario, me estimula profundamente.




A pesar de qué el tiempo es inaprensible. Pasa fulminante. No se queda. Queda el momento ¿Qué me dices del tiempo?
En la fotografía de jazz de escenario el instante es decisivo, como diría Cartier-Bresson. El objetivo tiene la gran habilidad de retratar el tiempo, el instante que nunca más volverá a ser. Es el arte que más tiene que ver con el concepto Tiempo. Su gran habilidad para captar una milésima de segundo hacen de la fotografía algo único. Esa capacidad de retratar al músico en plena inspiración, en una improvisación en la que el tiempo es fundamental hacen que el jazz y la fotografía tengan mucho en común.

¿Te consideras una fotógrafa de momentos y de esencias?
Todo buen fotógrafo que busque la excelencia debe captar la esencia de ese momento que trata de retratar. Sea el tipo de fotografía que sea. En el jazz es lo mismo. Para ello hay que aprovechar todos los elementos al alcance como interiores de camerinos, pruebas de sonido, diferentes focos de iluminación, la variedad de instrumentos, partituras, atriles, micrófonos, escenarios desnudos o justo lo opuesto un club con mucha gente y ambiente. También es muy importante la complicidad del músico y su generosidad hacia el fotógrafo. Su personalidad influye mucho en una buena foto, cómo gestualiza, cómo se mueve, o viste, si es extravagante, fotogénico, su sonrisa o su seriedad e introspección. Son muchos los elementos que ayudan a captar la esencia para ello hay que tener intuición y una gran concentración. Incluso en ocasiones se te puede llegar a pasar desapercibida la música que están tocando debido a que tu atención está puesta al cien por cien en el objetivo. No siempre se puede hacer dos cosas a la vez, fotografiar al músico y escuchar su música a veces es complicado. Conozco a fotógrafos que dejan de fotografiar para escuchar lo que tocan.

La danza juega también con el espacio y el equilibrio-desequilibrio, quizás no tan evidentes en la música, y más concretamente en el jazz ¿Esas variables las introduces en tu fotografía?
 Sí, de una u otra forma me gusta mirar a través del objetivo y encuadrar de tal manera que parece una composición dancística en ocasiones, jugando con conceptos muy próximos a la danza. El jazz también tiene su ‘espacio’ entendido como ‘tiempo’, sus silencios y sus notas rápidas y en ello hay desequilibrios y equilibrios. En la composición del encuadre fotográfico pasa lo mismo. Hay paralelismo.

¿Por qué jazz y fotografía, y no jazz y danza?
Porque el mundo del jazz, sus músicos y entorno, su atmósfera misteriosa y mágica, a la vez más cercana, atrajeron mucho más a mi cámara. Además es más fácil ir a un concierto de jazz en un club que a un concierto de danza en un teatro. Los clubes de jazz funcionan todas las noches. Están más al alcance de un fotógrafo que los conciertos de danza. La danza parece que se está quedando incluida o recluida en festivales. Mientras que el jazz tiene más opciones de ser fotografiado. Se vive y se respira otro ambiente muy distinto. Me quedo con el jazz para fotografiarlo y con la danza para verla y disfrutarla.

¿Tu fotografía es pretendidamente psicologicista? Capta la psicología del músico. Sus rincones del alma, sus lados más sinceros y más honestos.
Me seduce captar el otro lado de ‘un instrumentista tocando’. Hay que buscar y rascar más allá de todo ello. No se trata de captar el ‘objeto’. Sino de profundizar y ver qué está pasando en el proceso interno del músico cuando improvisa a una velocidad endiablada, o cuando en silencio escucha a sus compañeros, o en un relax sé que el músico está pensando en música, en notas complicadas, ritmos, juegos internos suyos. Me interesa ir más allá de la mera documentación neutra y objetiva de ese momento. Mi atención está puesta en captar la esencia de ese instante.




Dentro del jazz, clubes de jazz, músicos, etcétera… ¿Notas mucha diferencia entre Estados Unidos y Europa?
¿Cómo ves la escena de jazz española?
Sí que noto diferencia porque Nueva York es la ciudad por excelencia del jazz, se vive por todas partes, se escucha en todos los rincones, es una música muy cercana a ellos, a pie de calle, forma parte de su historia, es su música. En una sola noche puedes elegir entre más de 160 clubes de jazz! Increíble, no te parece? Aunque el jazz nació en Nueva Orleans y pronto viajó a Chicago fue en Harlem donde creció y se desarrolló plenamente. Fueron los mismos músicos los que viajaron desde Nueva Orleans, pasaron por Chicago y se establecieron en Nueva York. Dicho de una manera increíblemente resumida evidentemente. Fue en los clubes de Nueva York donde nació el be bop y todas las posteriores corrientes. También en Chicago, California, Detroit… hay jazz. En fin, en muchas ciudades de EEUU.
Europa tiene un jazz más que interesante y una enormidad de clubes de jazz a día de hoy. Ciudades como Londres, Berlín, Copenhague, París, Roma, Madrid, Barcelona, por nombrar unas cuantas, están muy vivas. En concreto en nuestro país hay grandísimos músicos de jazz. Aún así solo hay que ir a Nueva York para ver la diferencia que es muy evidente.

¿Qué ha cambiado en la manera de disparar una foto en Esther Cidoncha desde 1990? ¿Quién es Esther Cidoncha ahora en 2015?
Supongo que he evolucionado y me he ido adaptando a las diferentes circunstancias. Estamos hablando de muchos años no hay que olvidar que el jazz ha cambiado enormemente y también su estética, sus formas, los clubes, el público, los propios músicos, todo ello influye en mis fotografías. Personalmente me sigo tomando el jazz como un placer que hay que saborear a pequeños sorbitos, es decir, no me harto a conciertos ni me doy prisa por sacar rápidamente las fotografías a las redes de internet, todo lo contrario, me lo tomo con muchísima calma. Así he sido siempre y creo que es un buen secreto para seguir al pie de escena.

‘When Lights Are Low’ es el testimonio de tu trabajo durante 25 años ¿Cuál era la idea o el hilo central del libro?
Es un homenaje a los músicos de jazz a través de un recorrido de 25 años por diferentes clubes y escenarios de distintos países. Mostrar un trabajo donde la selección de las 180 fotografías fue dura. Ya que tuve que descartar a muchísimos músicos, escenarios, festivales, viajes, largas tardes en espera a que acudieran los músicos a las pruebas de sonido, mil horas preparando las fotografías en un cuarto oscuro o frente a una silenciosa habitación con mi ordenador sentada delante de una gran pantalla. Acudiendo por las noches a clubes de jazz sin saber qué va a pasar con la iluminación, con las posibilidades de cada concierto. Tengo un enorme archivo y no descarto publicar otro volumen. Te diré que no solo hay miles de negativos detrás de este volumen sino también miles de horas en solitario.




¿Por qué elegiste ese título? ¿Por Benny Carter y Spencer Williams o fue un guiño/homenaje a Miles Davis?
Lo decidí por el gran compositor y saxofonista Benny Carter a quién fotografié en 1994. Un amigo que es experto en jazz en su blog me dedicó una entrada y eligió este estándar como título para mostrar mi obra. Si finalmente hiciera otro libro decidiré un título mucho más corto incluyendo la palabra Jazz en grande por cuestiones gráficas.

¿Elegiste a Wadada Leo Smith, Antonio Muñoz Molina, Chema García Martínez y José María Díaz-Maroto para que escribieran los textos?
Sí, los elegí y decidí yo misma poniéndome en contacto con todos ellos. Menos con Wadada Leo Smith que se hizo a través de Chema García Martínez. Tuve la gran suerte de que accedieron todos.

¿Buscas los retratos más directos? ¿Evitas los posados forzados? ¿Buscas el momento libre siempre?
En efecto, así es. Veo que te has fijado mucho en mis fotografías. Me parece fundamental que sean instantáneas del propio músico en su ambiente es como me siento cómoda a la hora de retratarlos. La fotografía de estudio no me convence trata de imitar la realidad forzando al músico a sentirse natural y libre. En mi caso soy yo la que se desplaza a su verdadero entorno que son los clubes de jazz.

El fotógrafo debe pasar desapercibido y estar atento al detalle, al momento preciso ¿Qué valoras más de un fotógrafo de jazz? ¿Qué debe tener como principios fundamentales un fotógrafo de jazz?
Es fundamental ser amante del jazz. Discreto a la hora de disparar en un club, cómplice y respetuoso con los músicos y con el público.

Has viajado a lo largo de muchos lugares clave del jazz ¿Cuál es tu lugar predilecto?
Sin duda Nueva York. Es incomparable, a años luz de cualquier otra ciudad en cuestiones de jazz. Por su número de clubes, músicos, propuestas, tipos de locales, espacios. Tienes donde elegir una infinidad de clubes desde los más sofisticados hasta los más informales y originales. Es una ciudad muy viva que transmite talento, vitalidad y optimismo. Y su historia no se queda corta. Los más grandes del jazz han tocado todos en Nueva York. Es brutal.

El jazz para ti es…. es una fuerza de inspiración constante.
Disco favorito: hay un disco que me gusta mucho se llama Money Jungle. Una rara avis con Duke Ellington, Max Roach y Charles Mingus. Es inspirador y a la vez está lleno de belleza en todas sus composiciones.
Tienes una canción favorita…
Hablando de este disco un tema  llamado Fleurette Africaine. Siempre que lo escucho me conmueve.



¿Qué músico te ha mostrado su cara más sorprendente?
Barry Harris, siempre generoso con los fotógrafos. Es muy expresivo y gestual. Es dicharachero y le gusta jugar delante del objetivo.

Increíble la foto de Randy Weston, Ran Blake, Billy Harper, o la gracia y chispa de Tineke Postma, la concentración de Henry Threadgill, la mística de Hamid Drake o la atención de Yusef Lateef, la mirada desafiante de David Murray. La sonrisa guasona de Al Grey. ¿Tienes algunas fotos predilectas?
Todas las fotografías que incluyo en mi primer libro When Lights Are Low son mis preferidas, mis elegidas. Sin duda. Si me dijeras que eligiera una sola fotografía a lo mejor me quedaría con una instantánea que le hice a Nicholas Payton & Jazz Futures II: Herb Harris, Brian Blade y Chris Thomas. En el Festival de jazz de San Sebastián en 1992. Es una imagen misteriosa no se sabe bien lo que está pasando ni siquiera si son músicos. Era de noche y estábamos en la explanada del Ayuntamiento de San Sebastián cerca de unos arcos. Nicholas Payton y su grupo esperaba tranquilo su turno para salir al escenario mientras tocaba el gran pianista Hank Jones, el cual no sale en la fotografía. Algunos de estos músicos están en sombra y solo se percibe su silueta en negro. El trompetista Nicholas, que es el único que espera sentado, está sonriendo y encantado viendo el concierto. Hay luces y sombras que provienen del escenario. Ellos ni siquiera se dieron cuenta que yo les estaba fotografiando. Y de este momento saqué varias imágenes todas muy bonitas.

¿Por qué has elegido el Blanco y Negro?
Empecé en blanco y negro en la época analógica porque yo misma revelaba los carretes y luego positivaba las fotografías a papel en un laboratorio improvisado para la ocasión dentro de mi propia casa. Así manejaba todo el proceso fotográfico por completo. Años después con la fotografía digital he tenido un montón de dudas pero he decidido realizarlas en blanco y negro como resultado reflexivo. Pienso que hay una evidente afinidad entre fotografía en blanco y negro y jazz. Ambos son espontáneos, captan emociones y experiencias en un breve instante. A mi entender, la fotografía de ensayos o de un concierto no necesita colorido, el blanco y negro por sí solo se basta. Así mismo el jazz lo veo de este modo sobrio y sin aderezos, habla de emociones vitales. Si la improvisación ocurre en cada instante, la fotografía capta ese instante.

¿Hacia dónde quieres ir ahora como fotógrafa?

La verdad es que vivo el presente como siempre lo he hecho, sin pensar en un camino a seguir. Sigo leyendo y estudiando fotografía, hojeando catálogos, yendo a exposiciones, escuchando jazz. Todo ello con tranquilidad. De momento este fin de semana voy a dos conciertos de jazz.

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