Esther Cidoncha en acción.
Portada del libro de fotografías de Esther Cidoncha publicado por La Fábrica en 2014.
El
pasado mes de noviembre de 2015 la revista El
Duende de Madrid publicó El libro Blanco y Negro del Jazz (podéis leer en issu el
número aquí). Contribuí con
tres textos. De los cuáles dos entrevistas con el saxofonista Ariel Brínguez y la
fotógrafa Esther Cidoncha. Coincidiendo con la exposición de Esther
Cidoncha en el Jazz Bar del Hotel AC Recoletos, inaugurada el pasado viernes 5
de febero, publico la entrevista entera, y la acompaño de sus excelentes fotos.
El
Hotel AC
Recoletos (consultar en su Facebook la programación) tiene una excelente programación de conciertos de jazz, todos los
jueves del mes a las 21 horas y alguna fecha especial. Otro lugar de Madrid
donde el jazz sigue más vivo que nunca.
Tu
vida respira jazz, se nota cómo te llega y la sensibilidad con esta música en
tus retratos e instantáneas. Pero, ¿Cuál fue tu primer soplo de jazz? ¿Cuándo
apareció el jazz en tu vida? Y. ¿Por qué?
Y,
¿Cuándo llegó para quedarse?
Mis primeros negativos
datan de 1989 fotografiando al mítico grupo legendario Modern Jazz Quartet, uno
de los combos más influyentes en la historia del jazz moderno. Los vi en
Valencia y durante la década de los años noventa prácticamente la mayoría de
mis fotografía se han hecho allí, junto con el Festival de jazz de San
Sebastián y el Festival Jazz Aux Remparts en Bayonne. Pero a mí el jazz me
gustó mucho antes, escuchando en casa de un amigo discos de los grandes
maestros como Art Blakey, Charlie Parker, Miles Davis o Coleman Hawkins. En
seguida me gustó esta música a veces extraña y difícil pero también sugestiva y
evocadora. Llegó directamente y me atravesó como un rayo.
El
jazz se mueve mucho en la improvisación, en las jam sessions ¿La fotografía se
improvisa?
En efecto, si la
fotografía es de un concierto sí tiene una parte de improvisación. Al ir a un
club de jazz nunca sabes lo que te vas a encontrar, cómo es el local, su
escenario, cómo va a ser la iluminación, la colocación de los músicos, los
altavoces cómo están situados, si hay atriles delante del instrumentista, los
micrófonos, el público, todo ello hace que ciertamente haya una parte
importante de improvisación. Es todo un riesgo, un desafío constante. A veces
de ello puede salir una foto fabulosa. Hay misterio en ello porque cada
concierto es muy diferente y de antemano el resultado no se puede prever. Es
sorpresa y a la vez estímulo. Las mejores fotos nunca sabes cuándo van a
surgir. Es una de las cosas que más me sorprende del jazz.
¿Cómo
llevaste el cambio de la cámara analógica a la digital? ¿Qué echas en falta
ahora? ¿Qué has ganado?
Danos
algunas virtudes y defectos de una y otra.
En la década de los
años noventa trabajé con una cámara reflex analógica muy pequeña, una Yashica.
Y la verdad es que tenía una gran calidad, mucha profundidad de campo, gran
gama de grises. Más que la cámara en sí intervienen otros factores como el
revelado de las fotografías, la habitación oscura para el positivado, los
diferentes líquidos y papeles a utilizar. El mundo digital ha entrado en otra
dimensión facilitando el trabajo manual que debía ser perfecto y exquisito sin
errores pues con el ordenador y las nuevas cámaras se puede corregir tantas
veces uno quiera. Cada día hay más facilidades. Pero ojo y atención eso no quiere
decir que las fotografías sean mejores ni mucho menos, sino que hay más
facilidades para disparar cientos de fotos y luego poder trabajar con ellas.
Pero sin olvidar que siempre el fotógrafo, el ser humano está por encima de las
máquinas. Y es su talento y su experiencia su genialidad lo único que cuenta.
Mantener la calma y tener intuición es importante y decisivo en esta época
digital porque es muy fácil disparar en un breve espacio de tiempo un sinfín de
fotografías. Hay que saber lo que uno quiere hacer con la cámara, es un
utensilio al servicio de un objetivo. Tener un criterio buscando la excelencia
del momento. En el fondo es lo mismo una cámara u otra. Lógicamente en el jazz
cuánta más sensibilidad tenga a la luz mejor ya que se desarrolla en ambientes
y atmósferas de luz muy tenue.
¿Cómo
apareció la fotografía en tu vida? ¿Quiénes ha sido tus maestros, tus modelos,
tus fotógrafos ejemplares?
Sin duda estoy
influenciada no sólo por los grandes fotógrafos de jazz como Herman Leonard,
William Claxton, Francis Wolff o Lee Friedlander entre otros; sino también de
los grandes maestros de la fotografía como Henri Cartier-Bresson, André
Kertész, Walker Evans, Harry Callahan, Bill Brant o Rodchenko entre otros.
Siempre me ha gustado hojear catálogos de fotografía. Supongo que la fotografía
apareció de esta forma en mi vida queriendo imitar a los fotógrafos que admiro.
Y sobre todo me enamoré de las portadas del sello discográfico Blue Note, no me
cansaba de mirarlas una y otra vez, con diseño del gran Reid Miles y
fotografías de Francis Wolff. Las imágenes del clásico fotógrafo de jazz Herman
Leonard que retrató la época dorada del jazz años 40 y 50 en Nueva York fueron
fundamentales para que me decidiera por probar suerte en esta afición.
Has
sido bailarina de clásico y contemporáneo ¿Te encanta captar el movimiento?
Sí, lo hago hasta sin
darme cuenta. No sólo me gusta el movimiento, también me interesan otros
conceptos dentro del mundo de la danza como es la coreografía, la colocación de
elementos (trasladado al jazz sería: músicos, instrumentos, micrófonos,
atriles, partituras, focos, cortinas), las composiciones, el espacio, la
iluminación y lo dramático que encierra un escenario, me estimula
profundamente.
A
pesar de qué el tiempo es inaprensible. Pasa fulminante. No se queda. Queda el
momento ¿Qué me dices del tiempo?
En la fotografía de
jazz de escenario el instante es decisivo, como diría Cartier-Bresson. El
objetivo tiene la gran habilidad de retratar el tiempo, el instante que nunca
más volverá a ser. Es el arte que más tiene que ver con el concepto Tiempo. Su
gran habilidad para captar una milésima de segundo hacen de la fotografía algo
único. Esa capacidad de retratar al músico en plena inspiración, en una
improvisación en la que el tiempo es fundamental hacen que el jazz y la
fotografía tengan mucho en común.
¿Te
consideras una fotógrafa de momentos y de esencias?
Todo buen fotógrafo que
busque la excelencia debe captar la esencia de ese momento que trata de
retratar. Sea el tipo de fotografía que sea. En el jazz es lo mismo. Para ello
hay que aprovechar todos los elementos al alcance como interiores de camerinos,
pruebas de sonido, diferentes focos de iluminación, la variedad de
instrumentos, partituras, atriles, micrófonos, escenarios desnudos o justo lo
opuesto un club con mucha gente y ambiente. También es muy importante la
complicidad del músico y su generosidad hacia el fotógrafo. Su personalidad
influye mucho en una buena foto, cómo gestualiza, cómo se mueve, o viste, si es
extravagante, fotogénico, su sonrisa o su seriedad e introspección. Son muchos
los elementos que ayudan a captar la esencia para ello hay que tener intuición
y una gran concentración. Incluso en ocasiones se te puede llegar a pasar
desapercibida la música que están tocando debido a que tu atención está puesta
al cien por cien en el objetivo. No siempre se puede hacer dos cosas a la vez,
fotografiar al músico y escuchar su música a veces es complicado. Conozco a
fotógrafos que dejan de fotografiar para escuchar lo que tocan.
La
danza juega también con el espacio y el equilibrio-desequilibrio, quizás no tan
evidentes en la música, y más concretamente en el jazz ¿Esas variables las
introduces en tu fotografía?
Sí, de una u otra forma me gusta mirar a través
del objetivo y encuadrar de tal manera que parece una composición dancística en
ocasiones, jugando con conceptos muy próximos a la danza. El jazz también tiene
su ‘espacio’ entendido como ‘tiempo’, sus silencios y sus notas rápidas y en
ello hay desequilibrios y equilibrios. En la composición del encuadre
fotográfico pasa lo mismo. Hay paralelismo.
¿Por
qué jazz y fotografía, y no jazz y danza?
Porque el mundo del
jazz, sus músicos y entorno, su atmósfera misteriosa y mágica, a la vez más cercana,
atrajeron mucho más a mi cámara. Además es más fácil ir a un concierto de jazz
en un club que a un concierto de danza en un teatro. Los clubes de jazz
funcionan todas las noches. Están más al alcance de un fotógrafo que los
conciertos de danza. La danza parece que se está quedando incluida o recluida
en festivales. Mientras que el jazz tiene más opciones de ser fotografiado. Se
vive y se respira otro ambiente muy distinto. Me quedo con el jazz para
fotografiarlo y con la danza para verla y disfrutarla.
¿Tu
fotografía es pretendidamente psicologicista? Capta la psicología del músico.
Sus rincones del alma, sus lados más sinceros y más honestos.
Me seduce captar el
otro lado de ‘un instrumentista tocando’. Hay que buscar y rascar más allá de
todo ello. No se trata de captar el ‘objeto’. Sino de profundizar y ver qué
está pasando en el proceso interno del músico cuando improvisa a una velocidad
endiablada, o cuando en silencio escucha a sus compañeros, o en un relax sé que
el músico está pensando en música, en notas complicadas, ritmos, juegos
internos suyos. Me interesa ir más allá de la mera documentación neutra y
objetiva de ese momento. Mi atención está puesta en captar la esencia de ese
instante.
Dentro
del jazz, clubes de jazz, músicos, etcétera… ¿Notas mucha diferencia entre
Estados Unidos y Europa?
¿Cómo
ves la escena de jazz española?
Sí que noto diferencia
porque Nueva York es la ciudad por excelencia del jazz, se vive por todas
partes, se escucha en todos los rincones, es una música muy cercana a ellos, a
pie de calle, forma parte de su historia, es su música. En una sola noche
puedes elegir entre más de 160 clubes de jazz! Increíble, no te parece? Aunque
el jazz nació en Nueva Orleans y pronto viajó a Chicago fue en Harlem donde creció
y se desarrolló plenamente. Fueron los mismos músicos los que viajaron desde
Nueva Orleans, pasaron por Chicago y se establecieron en Nueva York. Dicho de
una manera increíblemente resumida evidentemente. Fue en los clubes de Nueva
York donde nació el be bop y todas las posteriores corrientes. También en
Chicago, California, Detroit… hay jazz. En fin, en muchas ciudades de EEUU.
Europa tiene un jazz
más que interesante y una enormidad de clubes de jazz a día de hoy. Ciudades
como Londres, Berlín, Copenhague, París, Roma, Madrid, Barcelona, por nombrar
unas cuantas, están muy vivas. En concreto en nuestro país hay grandísimos
músicos de jazz. Aún así solo hay que ir a Nueva York para ver la diferencia
que es muy evidente.
¿Qué
ha cambiado en la manera de disparar una foto en Esther Cidoncha desde 1990?
¿Quién es Esther Cidoncha ahora en 2015?
Supongo que he
evolucionado y me he ido adaptando a las diferentes circunstancias. Estamos
hablando de muchos años no hay que olvidar que el jazz ha cambiado enormemente
y también su estética, sus formas, los clubes, el público, los propios músicos,
todo ello influye en mis fotografías. Personalmente me sigo tomando el jazz
como un placer que hay que saborear a pequeños sorbitos, es decir, no me harto
a conciertos ni me doy prisa por sacar rápidamente las fotografías a las redes
de internet, todo lo contrario, me lo tomo con muchísima calma. Así he sido
siempre y creo que es un buen secreto para seguir al pie de escena.
‘When
Lights Are Low’ es el testimonio de tu trabajo durante 25 años ¿Cuál era la
idea o el hilo central del libro?
Es un homenaje a los
músicos de jazz a través de un recorrido de 25 años por diferentes clubes y
escenarios de distintos países. Mostrar un trabajo donde la selección de las
180 fotografías fue dura. Ya que tuve que descartar a muchísimos músicos,
escenarios, festivales, viajes, largas tardes en espera a que acudieran los músicos
a las pruebas de sonido, mil horas preparando las fotografías en un cuarto
oscuro o frente a una silenciosa habitación con mi ordenador sentada delante de
una gran pantalla. Acudiendo por las noches a clubes de jazz sin saber qué va a
pasar con la iluminación, con las posibilidades de cada concierto. Tengo un
enorme archivo y no descarto publicar otro volumen. Te diré que no solo hay
miles de negativos detrás de este volumen sino también miles de horas en
solitario.
¿Por
qué elegiste ese título? ¿Por Benny Carter y Spencer Williams o fue un
guiño/homenaje a Miles Davis?
Lo decidí por el gran compositor
y saxofonista Benny Carter a quién fotografié en 1994. Un amigo que es experto
en jazz en su blog me dedicó una entrada y eligió este estándar como título
para mostrar mi obra. Si finalmente hiciera otro libro decidiré un título mucho
más corto incluyendo la palabra Jazz en grande por cuestiones gráficas.
¿Elegiste
a Wadada Leo Smith, Antonio Muñoz Molina, Chema García Martínez y José María
Díaz-Maroto para que escribieran los textos?
Sí, los elegí y decidí
yo misma poniéndome en contacto con todos ellos. Menos con Wadada Leo Smith que
se hizo a través de Chema García Martínez. Tuve la gran suerte de que
accedieron todos.
¿Buscas
los retratos más directos? ¿Evitas los posados forzados? ¿Buscas el momento
libre siempre?
En efecto, así es. Veo
que te has fijado mucho en mis fotografías. Me parece fundamental que sean
instantáneas del propio músico en su ambiente es como me siento cómoda a la
hora de retratarlos. La fotografía de estudio no me convence trata de imitar la
realidad forzando al músico a sentirse natural y libre. En mi caso soy yo la
que se desplaza a su verdadero entorno que son los clubes de jazz.
El
fotógrafo debe pasar desapercibido y estar atento al detalle, al momento
preciso ¿Qué valoras más de un fotógrafo de jazz? ¿Qué debe tener como
principios fundamentales un fotógrafo de jazz?
Es fundamental ser
amante del jazz. Discreto a la hora de disparar en un club, cómplice y
respetuoso con los músicos y con el público.
Has
viajado a lo largo de muchos lugares clave del jazz ¿Cuál es tu lugar
predilecto?
Sin duda Nueva York. Es
incomparable, a años luz de cualquier otra ciudad en cuestiones de jazz. Por su
número de clubes, músicos, propuestas, tipos de locales, espacios. Tienes donde
elegir una infinidad de clubes desde los más sofisticados hasta los más
informales y originales. Es una ciudad muy viva que transmite talento,
vitalidad y optimismo. Y su historia no se queda corta. Los más grandes del
jazz han tocado todos en Nueva York. Es brutal.
El
jazz para ti es…. es una fuerza de inspiración constante.
Disco
favorito: hay un disco que me gusta mucho se llama Money
Jungle. Una rara avis con Duke Ellington, Max Roach y Charles Mingus. Es inspirador
y a la vez está lleno de belleza en todas sus composiciones.
Tienes
una canción favorita…
Hablando de este disco
un tema llamado Fleurette Africaine.
Siempre que lo escucho me conmueve.
¿Qué
músico te ha mostrado su cara más sorprendente?
Barry Harris, siempre
generoso con los fotógrafos. Es muy expresivo y gestual. Es dicharachero y le
gusta jugar delante del objetivo.
Increíble
la foto de Randy Weston, Ran Blake, Billy Harper, o la gracia y chispa de
Tineke Postma, la concentración de Henry Threadgill, la mística de Hamid Drake
o la atención de Yusef Lateef, la mirada desafiante de David Murray. La sonrisa
guasona de Al Grey. ¿Tienes algunas fotos predilectas?
Todas las fotografías
que incluyo en mi primer libro When Lights Are Low son mis preferidas, mis
elegidas. Sin duda. Si me dijeras que eligiera una sola fotografía a lo mejor
me quedaría con una instantánea que le hice a Nicholas Payton & Jazz
Futures II: Herb Harris, Brian Blade y Chris Thomas. En el Festival de jazz de
San Sebastián en 1992. Es una imagen misteriosa no se sabe bien lo que está
pasando ni siquiera si son músicos. Era de noche y estábamos en la explanada
del Ayuntamiento de San Sebastián cerca de unos arcos. Nicholas Payton y su
grupo esperaba tranquilo su turno para salir al escenario mientras tocaba el
gran pianista Hank Jones, el cual no sale en la fotografía. Algunos de estos
músicos están en sombra y solo se percibe su silueta en negro. El trompetista
Nicholas, que es el único que espera sentado, está sonriendo y encantado viendo
el concierto. Hay luces y sombras que provienen del escenario. Ellos ni
siquiera se dieron cuenta que yo les estaba fotografiando. Y de este momento
saqué varias imágenes todas muy bonitas.
¿Por
qué has elegido el Blanco y Negro?
Empecé en blanco y
negro en la época analógica porque yo misma revelaba los carretes y luego
positivaba las fotografías a papel en un laboratorio improvisado para la
ocasión dentro de mi propia casa. Así manejaba todo el proceso fotográfico por
completo. Años después con la fotografía digital he tenido un montón de dudas
pero he decidido realizarlas en blanco y negro como resultado reflexivo. Pienso
que hay una evidente afinidad entre fotografía en blanco y negro y jazz. Ambos
son espontáneos, captan emociones y experiencias en un breve instante. A mi
entender, la fotografía de ensayos o de un concierto no necesita colorido, el
blanco y negro por sí solo se basta. Así mismo el jazz lo veo de este modo
sobrio y sin aderezos, habla de emociones vitales. Si la improvisación ocurre
en cada instante, la fotografía capta ese instante.
¿Hacia
dónde quieres ir ahora como fotógrafa?
La verdad es que vivo
el presente como siempre lo he hecho, sin pensar en un camino a seguir. Sigo
leyendo y estudiando fotografía, hojeando catálogos, yendo a exposiciones,
escuchando jazz. Todo ello con tranquilidad. De momento este fin de semana voy
a dos conciertos de jazz.
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