Jane por
Charlotte
De Charlotte Gainsbourg
El
reencuentro: volver a casa
Por Andrés Castaño
El cine tiene un poder creativo que va más allá de la imagen
que genera, del recuerdo o de las asociaciones provocadas. Trasciende a la
fugacidad y deja un rastro, una impresión aislada, un pensamiento incisivo, una
secuencia recurrente. El documental brota entre palabras testimonios,
fotografías en movimiento, historias y presentes. Hay documentales que
traspasan el formato, siguiendo una estructura, atraviesan. Y este es el caso
de Jane por Charlotte porque Cuando la gran pantalla muestra la grandeza del encuentro
y de la admiración, las imágenes siguen su curso, bailan su propia coreografía
y se encuentran con la verdad.
Charlotte Gainsbourg ha conseguido con su documental
retratar a su madre más allá de cómo lo hizo la gran Agnès Varda en “Jane B.
por Agnès V.”. También porque la intención aquí era otra: mostrar a su madre, una
persona con un carisma y una naturalidad espectaculares, para así acercarse a
su madre, reencontrarse, volver al núcleo central que supone la familia. Y todo
ello con su hija pequeña Alice Attal mediante, formando un bonito triángulo
generacional. El documento no se queda en el envoltorio, en la revista del
personaje público, sino que va a la raíz vital, al dolor de la pérdida de Kate
Barry (hija de Jane Birkin y John Barry), a la vejez, a la importancia de Serge
Gainsbourg. Charlotte filma y fotografía, aparece como conductora y como
partícipe, y en esa implicación, indaga y sonsaca a su madre. Tiene algo de
curativo, de sanador este documento que indagando en la historia personal,
reconcilia, reubica, genera paz.
En Jane por Charlotte hay viajes y giras, Japón, Nueva York:
Birkin ha sido la gran embajadora de Gainsbourg por el mundo. Pero también aparece
lo familiar, la casa bretona de Brest de Jane. La parte en la que ambas visitan
a la casa de Gainsbourg es un torbellino de recuerdos y de imágenes cotidianas
del genio musical. Es un auténtico museo, reflejo de una época y de un artista
singular y sin igual. Pero también la casa de un solitario, que busca compañía en los objetos y la calma
frente a la persecución de la fama. Esos planos madre e hija, te reconcilian
con las diferencias familiares, al final todo se basa en encajar, en encontrar
tu sitio y en asimilar la pérdida, los baches. Es, de alguna manera, un
documental catártico. Sentí en un primer momento que faltaba algo, el
testimonio de Lou Doillon, u otra mirada. Pero días después me di cuenta de que
tenía la medida justa, la cercanía ideal, la palabra adecuada, la imagen
idónea. El documental muestra a la Jane: a una mujer encantadora, cercana, con
sus luces y con alguna sombra. Y a Charlotte con su timidez pero su gran
presencia, curando heridas, sanando y
congeniando con su madre. Momentos como Alice correteando con su cometa y Jane
caminando por la playa, acompañados del testimonio confesional de Charlotte
(con voz en off) iluminan la vida, conectan con lo humano.
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