viernes, 25 de octubre de 2019

CINE / O QUE ARDE (LO QUE ARDE)




           La naturaleza y la humanidad en cuestión

       Existe un cine radiante en los márgenes. Y el que practica Oliver Lave, francogallego errante, que se formó en Barcelona y ha rodado en Londres, Tánger y en Galicia desprende originalidad, y otras maneras de mirar y de narra. Con sus anteriores largometrajes, ‘Todos vosotros sois capitanes’ (Todos vosotros sois capitanes, 2010), ‘Mimosas’ (2016) ganó el premio FIPRESCI y el de la crítica en Cannes, respectivamente. Los premios son muestras visibles, pero lo importante es que Laxe a sus 37 años aporta una nueva mirada centrada en los detalles, en lo que pasa desapercibido pero es muy importante. Se nota que utiliza el lenguaje audiovisual para conectar con la poética de las cosas, con la humanidad, cuestionar y replantear al espectador lo que ve y lo que siente. Y eso no lo consiguen todos los directores.

         ‘Lo que arde’, se estrenó el pasado 11 de octubre (en Francia lo hizo una semana antes, el 4 de octubre) con buena acogida de público. Recibió el premio del jurado de la sección Un Certain Regard de Cannes. Y narra en gallego la historia de un pirómano encarcelado que recibe la libertad condicional y vuelve a su aldea con su madre. No se desvelan los detalles del por qué pero nos metemos en la vida de la aldea de golpe. En la dureza de esa vida rural, de esa España vacía. Tan distante y tan cercana.


         Laxe consigue que el inicio y el final tengan un tono poético. Las imágenes nos muestras un tractor de noche como destruye los árboles para hacer un ‘cortafuegos’. Con un ritmo ralentizado que remarca la brutalidad de arrancar las raíces, un mal menor para extinguir un fuego descontrolado. Con esos planos de cámara sentimos la opresión, la amargura, la desubicación del protagonista, Amador. Su madre, Benedicta, es una de tantas mujeres que levantan a la familia y que son pilares esenciales en esa vida rural gracias a su espíritu que demuestra fortaleza y amor incondicional. Cogemos cariño a Benedicta, por su humanidad y su energía. Con esos planos medios y cortos, Laxe nos introduce en la psicología de los protagonistas. Y no sabemos el lastre que llevan. El de Amador es grande, pero los silencios no otorgan, no dejan ver los motivos, las causas. Pero hay dolor. La película apela a la humanidad, a la empatía, a la rabia. Todas emociones humanas que salen y brotan de manera primaria. Laxe nos pone entre las cuerdas. Y luego nos muestra los destellos de esa naturaleza salvaje, vibrante, en su esplendor y en su descomposición.


         La naturaleza que muestra el film es desbordante. Rodada en Lugo, Ourense y Asturias. Nos muestra ese invierno / otoño con un verde glorioso y un clima lluvioso. Y sabemos de la dureza del clima y de la ganadería, de cuidar las vacas y del frío. También vemos la vida en esa pequeña comunidad, el vecino Inazio, la veterinaria Elena, la burla de la gente en un entierro del marido de una amiga de su madre. Y el fuego, el azote que arrasa con la vida natural. Esas escenas del cuerpo de agentes forestales están rodadas con maestría. Y con un cuidado y elegancia de la fotografía que llega a un punto sublime con ese final de luz (solar) y en negro. Como si el fuego y la vida se apagase en un fundido en negro. Laxe nos deja un final abierto sin definir para que el espectador digiera lo que ha visto. ¿Exculpar, acusar, condenar? ¿Cuidamos la naturaleza? ¿Qué sentimos al ver el monte devastado, devorado por las llamas? Cuestiones capitales que deberían atañer a los políticos y que Laxe lanza al público. Cine hermoso, sentido y duro. Véanla, brotará la vida y la conciencia en ustedes, más aún.



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