CUANDO
LA HUMANIDAD SE DESBOCA
Gran
teatro argentino el que exhibe el dramaturgo y director Mauricio Kartun. A
través de una historia contemporánea que revisita la historia bíblica de Abel y
Caín. Todavía puede verse hasta el domingo 3 de noviembre en la sala San Juan
de la Cruz del Teatro de la Abadía.
Por Andrés Castaño
“Y conociste el teatro
argentino en su esplendor por primera vez”. Así me sucedió el pasado martes 29
de octubre. Ese teatro argentino de bella factura, de grandes textos y
excelentes actores. Fue con una de las grandes obras de los últimos años, ‘Terrenal.
Pequeño misterio ácrata’, estrenada en 2014 en Buenos Aires con más de 80.000
espectadores.
En España se estrenó en 2016, en el reputado
festival Temporada Alta de Girona. Y ya se pudo ver la obra en La Abadía en
2017. El autor del texto y director escénico es Mauricio Kartun, comparable con
un Mayorga, un Sanchís Sinisterra de aquí.
El texto aborda el mito bíblico de Abel y Caín. El
fratricidio. Pero en una visión cercana, ambientada en el siglo XX. Una imagen
y semejanza del empresario y del obrero. Del poseedor y del desposeído. Kartun
ha comentado que Buster Keaton es uno de sus referentes visuales y se aprecia
también toques de Charlie Chaplin, en ese vestuario.
El texto es dinámico, fresco, lleno de
‘chascarrillos’, en un tono 'guasón' que llega al espectador. Presenta la visión
de un Abel, interpretado por Claudio Da Passano, libertino, hedonista, bebedor,
caótico, pero íntegro y humano. Y un Caín, interpretado por un genial Claudio
Martínez Bel, con su declamar chistoso y con sorna. Enaltece su perfil de
capitalista, de explotador. Pero con un punto gris y hasta de 'pobrecito', llevado por el tono humorístico que preside la obra, sin dejar un ápice de la
seriedad del tema.
Luego aparece Tatita, representado por Rafael Bruza,
una especie de dios reencarnado, de padre. Que pone los acentos, y dice y hace.
Manda, ordena y marca. La escenografía resulta muy sobria, minimalista. Las cajas del teatro con las telas roídas, dan un
aspecto vetusto y aparecen muy escasos objetos escénicos. La chicha está en los tres actores de nivel, con
un poder escénico indudable.
Hay mucho recurso sonoro, en el fondo, entre
bambalinas Rafael Bruza hace todo tipo de efectos y sonidos que acompañan el
texto. También le sustituye por momentos Da Passano. Esos recursos aportan esa sensación de
orfebrería sonora.
Sustancia vital en un texto que recorre la historia
de la humanidad vista desde un caso puntual, muy argentino. Que muestra lo
salvaje que puede convertirse el vivir. Al inicio puede costar introducirse en
el texto por los giros argentinos, pero con un poco de paciencia se resuelve
esa dificultad para adentrarse en esos giros lingüísticos propios. Eso también
le aporta personalidad y su toque genuino a la obra. Un aviso para navegantes.
No se desboquen. La vida tiene muchos caminos. Dibujen los suyos, con su
propios colores.
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