La
naturaleza y la humanidad en cuestión
Existe un cine radiante
en los márgenes. Y el que practica Oliver Lave, francogallego errante, que se
formó en Barcelona y ha rodado en Londres, Tánger y en Galicia desprende originalidad, y otras maneras de mirar y de narra. Con sus anteriores
largometrajes, ‘Todos vosotros sois capitanes’ (Todos vosotros sois capitanes,
2010), ‘Mimosas’ (2016) ganó el premio FIPRESCI y el de la crítica en Cannes,
respectivamente. Los premios son muestras visibles, pero lo importante es que
Laxe a sus 37 años aporta una nueva mirada centrada en los detalles, en lo que
pasa desapercibido pero es muy importante. Se nota que utiliza el lenguaje
audiovisual para conectar con la poética de las cosas, con la humanidad,
cuestionar y replantear al espectador lo que ve y lo que siente. Y eso no lo
consiguen todos los directores.
‘Lo que arde’, se estrenó el pasado 11
de octubre (en Francia lo hizo una semana antes, el 4 de octubre) con buena
acogida de público. Recibió el premio del jurado de la sección Un Certain Regard de Cannes. Y narra en gallego la
historia de un pirómano encarcelado que recibe la libertad condicional y vuelve
a su aldea con su madre. No se desvelan los detalles del por qué pero nos
metemos en la vida de la aldea de golpe. En la dureza de esa vida rural, de esa España vacía. Tan distante y tan cercana.
Laxe consigue que el inicio y el final
tengan un tono poético. Las imágenes nos muestras un tractor de noche como
destruye los árboles para hacer un ‘cortafuegos’. Con un ritmo ralentizado que
remarca la brutalidad de arrancar las raíces, un mal menor para extinguir un
fuego descontrolado. Con esos planos de cámara sentimos la opresión, la
amargura, la desubicación del protagonista, Amador. Su madre, Benedicta, es una
de tantas mujeres que levantan a la familia y que son pilares esenciales en esa
vida rural gracias a su espíritu que demuestra fortaleza y amor incondicional. Cogemos
cariño a Benedicta, por su humanidad y su energía. Con esos planos medios y
cortos, Laxe nos introduce en la psicología de los protagonistas. Y no sabemos
el lastre que llevan. El de Amador es grande, pero los silencios no otorgan, no
dejan ver los motivos, las causas. Pero hay dolor. La película apela a la
humanidad, a la empatía, a la rabia. Todas emociones humanas que salen y brotan
de manera primaria. Laxe nos pone entre las cuerdas. Y luego nos muestra los
destellos de esa naturaleza salvaje, vibrante, en su esplendor y en su
descomposición.
La naturaleza que muestra el film es
desbordante. Rodada en Lugo, Ourense y Asturias. Nos muestra ese invierno /
otoño con un verde glorioso y un clima lluvioso. Y sabemos de la dureza del
clima y de la ganadería, de cuidar las vacas y del frío. También vemos la vida
en esa pequeña comunidad, el vecino Inazio, la veterinaria Elena, la burla de
la gente en un entierro del marido de una amiga de su madre. Y el fuego, el
azote que arrasa con la vida natural. Esas escenas del cuerpo de agentes
forestales están rodadas con maestría. Y con un cuidado y elegancia de la
fotografía que llega a un punto sublime con ese final de luz (solar) y en
negro. Como si el fuego y la vida se apagase en un fundido en negro. Laxe nos
deja un final abierto sin definir para que el espectador digiera lo que ha
visto. ¿Exculpar, acusar, condenar? ¿Cuidamos la naturaleza? ¿Qué sentimos al
ver el monte devastado, devorado por las llamas? Cuestiones capitales que
deberían atañer a los políticos y que Laxe lanza al público. Cine hermoso,
sentido y duro. Véanla, brotará la vida y la conciencia en ustedes, más aún.
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