LA JUVENTUD COMO REVOLUCIÓN
Quién lo impide es
una canción del músico donostiarra Rafael
Berrio. En el que habla de un/a quinceañero/a y de toda esa energía para
comerse el mundo. De viajes y caminos posible. Es una canción cargada de
posibilidades. Quién lo impide también
es la última película (documental) de Jonás Trueba, basada en una inmersión en un grupo de
adolescentes hasta que cumplen 18 años, votan y atraviesan una pandemia. Parte
de varios proyectos, Tú también lo has
vivido, Sólo somos, Si vamos 28, volvemos 28 y Principantes anteriores estrenados en
2018. De los talleres de cine que Trueba ha hecho con chavales. Aunque la semilla también estaba en La Reconquista (2016), pero ahí el
foco estaba en la ensoñación, lo idílico y lo nostálgico y desde la ficción. Trueba
lo presenta como “cine inmersivo en la vida adolescente”. Una manera de aproximarse
de cerca a esa época tan reveladora, cambiante y definitiva de hacerse mayor,
de tomar dimensiones del mundo, de la realidad, cómo enfocar los sueños y
comenzar a tomar decisiones. Sólo por esa ambición el proyecto ya merece la
pena. Y los resultados no sólo son logrados sino que además consigue una mirada
única, honesta de esa transición, de ese hacerse mayor.
Así
a priori una película de tres horas y cuarenta minutos tira para atrás. Pero
cuando la creación es reveladora, como es aquí el caso, el metraje lo vale.
Tiene dos pausas de 5 minutos, que sirven para ir al baño o procesar todo el
contenido visto. La película ya ha sido premiada en el festival de San
Sebastián, con el premio Feroz a la mejor película y un premio al mejor actor de
reparto. Quién lo impide es también un
homenaje a Rafael Berrio, fallecido en marzo de 2020, que aparece en el metraje
con una cara de cierta satisfacción y emocionado cuando los chicos hacen una
versión de su canción que da título a la película, llevada a un punto punk, un
día de conciertos en Matadero.
El
mayor logro de Trueba es que su curiosidad, su lado niño que reconoce en
pantalla, empuja a que los chavales y las chavalas se explayen. Aunque su
presencia está ahí, consigue mostrar caras desconocidas de la juventud. Logra sincerarse
y esos jóvenes abran su mundo. Todo se desarrolla a raíz de unos personajes con
los que te familiarizas, a los que descubres y ves evolucionar en tiempo real.
Candela Recio posee una fuerza, es una líder indiscutible y tiene una capacidad
para conectar increíble. Pablo, desde su carácter introvertido y reservado,
aporta otro perfil. Silvio y otro Pablo presentan un lado más rebelde, musical
y contestatario. Las conversaciones
entre los chavales suenan cercanas, no impostadas ni forzadas. Aparecen
situaciones de mediación frente al bullying.
Hay charlas en clase, y luego un seguimiento de sus andanzas, sus primeras
fiestas en casa de amigos, su viaje de fin de estudios, la soledad en el
dormitorio. Descubrimos una juventud concienciada, que se cuestiona, que se
piensa, se expresa y sobre todo que se aísla, se siente, se habla y se comunica.
La juventud no sólo son los descerebrados que hacen botellones y no piensan en la
expansión de la covid19, tal como retratan los medios de comunicación. Y esa
imagen del porvenir queda ahí en suspenso. La incógnita del que vendrá, de las
elecciones, de los cambios. Trueba alcanza una poética sincera y fiel de esa
juventud, sin querer buscarla intencionadamente. Si La Virgen de Agosto me cautivó por ese retrato de las crisis
existenciales y un retrato más del centro histórico de Madrid. Quién lo impide supone un logro más (y
mayor) en su carrera. Una película que nos acerca como sociedad, y descubre
otros ángulos humanos. Un acierto total.
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