SANAR A LOS VIVOS. REPARAR A LOS MUERTOS.
MAIXABEL
De Icíar Bollaín
Guión de Isa Campo e Icíar Bollaín
Fotografía de Javier Agirre
Con Blanca Portillo,
Luis Tosar,
He
de decir que antes de acudir al cine a ver Maixabel, la nueva película de Icíar
Bollaín, ya conocía la historia del asesinato de Juan Mari Jáuregui, y la de su
mujer Maixabel Lasa y el terrorista Etxezarreta, que participó en el asesinato
de Jáuregui. Fue gracias a la serie documental ‘ETA, el final del silencio’ de
Jon Sistiaga, de siete episodios. Una serie de gran factura y enorme calado
social, que ahonda en el conflicto terrorista con buena documentación
histórica, amplitud de personas implicadas y estructurada desde diversos
ángulos. En su primer capítulo, Zubiak, puentes en castellano, aparecía
Maixabel Lasa comiendo en su sociedad gastronómica con Ibon Etxezarreta, uno de
los etarras que participó en el asesinato de su marido. La historia de
Maixabel, de querer conversar con terroristas, conmueve, porque supone un
avance enorme de sanar: explicarse, hablar, comunicar el dolor, dejar la rabia
a un lado y que brote la compasión, el perdón.
Luego
esta una cuestión espinosa, abordar un tema que ha sido tan sangrante y tan
doloroso para la sociedad española, pero sobre todo para la vasca, es jugar con
dinamita: a la mínima todo puede saltar por los aires, caer en el perogrullo,
en lo posición oficial, dominante y acusadora o en lo lacrimógeno. Por eso
propuestas como la serie de Sistiaga son de alabar. No se disfraza la realidad,
se muestra tal cómo era, y se traza con bisturí el corte irreparable.
Antes
de ver Maixabel me había abierto el apetito esta
reseña de Marta Medina en El Confidencial. Luego está un
hecho consistente, y es que considero a Icíar Bollaín una de las grandes
directoras de cine de nuestro país. La entrevisté para ABC
cuando estrenó El Olivo y me convenció su discurso, sus premisas visuales y su
cine siempre posicionado en mostrar otros ángulos, en visibilizar cuestiones
capitales.
Sanar
Con
todos esos precedentes de su parte, y el buen hacer de Bollaín resumo diciendo
que Maixabel me gustó mucho. Porque
busca sanar. Quiere restituir el dolor ahí adherido, por sentimientos que
reparan, que sanan y liberan. La película busca las aristas. Porque a pesar de
ser una película de dolor, de desgarro, de lágrima. No se queda ni se regodea en
el efectismo. Un guión construido mano a mano junto a Isa Campo que les habrá
producido muchos quebraderos de cabeza. Pero donde los diálogos son ágiles, no
buscan el efectismo fácil y ahondan en la trascendencia de los actos decisivos,
de los cambios que consiguen hacernos avanzar.
El
reparto es de auténtico lujo con una Blanca Portillo pletórica, soportando y
equilibrando la tensión vital de su personaje, Maixabel. Un Luis Tosar, en el
papel de terrorista Etxezarreta, que capta el punto tosco de la personalidad
abertzale, pero que evoluciona hacia otro lugar de autocrítica y de
cuestionamiento. También merecen mención especial María Cerezuela y Urko
Olazábal, y el resto del reparto.
La
fotografía de Javier Agirre imprime esa atmósfera agobiante, esa tensión,
atemperada con esos paisajes vascos de naturaleza en estado puro, del portento
natural de los montes vascos y el contraste con las zonas urbanas e industriales.
Paisajes portentosos, y pasados por agua. Logros como ese cambio de plano de la
lluvia en los cristales de un coche, y de las lágrimas de Maixabel dentro del
coche.
En
definitiva una película de enorme factura que pretende curar heridas y cicatrizar el dolor. Anima a poder expresarse para reconciliarse, para que surja la
compasión, el acompañamiento y el perdón. Y así, de esa manera crecer hacia otra sociedad donde la
convivencia ilumine el horizonte.
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