lunes, 27 de junio de 2022

CINE/ Tenéis que venir a verla de Jonás Trueba







CINE/

 

Tenéis que venir a verla

Escrita y dirigida por Jonás Trueba

Con Itsaso Arana, Vito Sanz, Francesco Carril e Irene Escolar

Montaje: Marta Velasco

Fotografía: Santiago Racaj

Dirección de Arte: Miguel Ángel Rebollo

        

         ¿Cambio o continuidad?

 

         Jonás Trueba lleva una temporada de autoafirmación y consolidación de su estilo propio, de indagación en la realidad más cercana y de abordar aquello que le inquieta, que le apela, que le remueve. Transita por aquellos terrenos donde los proyectos más personales se mezclan con la realidad más concreta. Y en los que incluso cuestiona la irrealidad, sucede aquí en ‘Tenéis que ir a verla’ a partir de unos versos de la poeta Olvido García Valdés.

         Después de proyectos tan logrados como ‘La Virgen de Agosto’ (2019) o el largometraje documental ‘Quién lo impide’ (2021), premiado con el Goya, ‘Tenéis que ir a verla’ parece como una película menor, pero no, eso será en apariencia por su duración: 64 minutos. ‘Tenéis que ir a verla’ perfila su poso vital, su lado intelectual, a través de dos parejas, 4 actores de los que 3 de ellos son habituales en el cine de Trueba, y que sin demasiadas florituras, ni dramatizaciones excesivas, bordan sus papeles, porque captan la esencia de la emoción de cada carácter. Eso es un acierto de director e intérpretes, que captan al dedillo lo que quieren transmitir. Dos parejas se encuentran en el concierto de Chano Domínguez en el Café Central después de la pandemia. Una pareja de ha ido a vivir a la sierra y les cuentan las novedades, y les invitan a su casa: “tenéis que venir a verla”. Todo bien aliñado con ciertos silencios, las miradas, las complicidades, las confesiones y ese punto de sincerarse.







         Trueba juega a su ritmo y empieza su película con la música Chano Domínguez interpretando la canción “Limbo” (fruto de las sensaciones provocadas por el confinamiento) y con primeros planos de los 4 protagonistas, en una declaración de intenciones, de indagación de sensaciones, de lo que la música, la literatura, el pensamiento, incide en el ser. La música elegida encaja a la perfección con los sentimientos expuestos: además de Domínguez, Bill Frisell, Grégoire Mairet y Bill Callahan, captan esas sensaciones de cambio, esas atmósferas de desubicación y de búsqueda.

         Viendo a la película contemplamos los efectos de estos tiempos recientes y su incidencia. Mientras la vida pasa, algunos cambios se suceden. Algunos duelen. Y planea la duda eterna sobre si estamos ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos? Y sobre la evolución de las relaciones. Los cambios que nos hacen madurar, o dar un paso hacia otras realidades. Aparece de manera frontal el debate entorno al ensayo “Has de cambiar” de Peter Sloterdijk. Cuestiones sobre la vida y sus tránsitos, los cambios de etapa vital. En el cine Jonás Trueba gira algo del planteamiento rohmeriano de la vida. La película transcurre entre conversaciones, un concierto, un viaje en tren, una comida, una partida de ping pong y un paseo por el campo. Con un aire mundano y a la vez filosófico. Un punto intelectual de la vida, que hay quien no lo soporta porque le parece impostado, a mí me parece que Trueba es así y no lo esconde. Y voy más allá. Lejos del postureo, de la pose, este cine me llama, me toca, me cuestiona, me conecta. Y eso es algo que yo busco en una obra audiovisual. Aunque Trueba dé un quiebro formal  (utilizando Súper 8) en el final, acabando con un punto abrupto y aderezado por su levedad poética: Trueba nos conecta con la vida.




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