CAERSE EN LA REALIDAD
Foto: Alejandro del Estal (c)
Andrés Castaño
La urgencia le
estallaba. Se sentía desbordado. Tenía toda su energía contenida en su carne y
su alma. Parecía venir de un destierro, de la caverna y quería salir despavorido.
Abrirse paso entre luces y sombras. Esperaba que el sol le soltara un sopetón
de furia.
Contó en silencio todos
esos amaneceres recluido en su pequeña estancia en un sótano. Donde su vida
transcurrió en medio de una guerra interna. Una batalla entre su ser y su
querer.
Lo que le mantuvo con
vida fue el latir por algún lugar perdido. Por esas conversaciones abandonadas.
Por el placer de ir de tapas. Por las risas cómplices. Por los viajes
solitarios o en grata compañía. Y la amistad ausente en esas tinieblas,
volvería con fuerza ¡Claro, que sí!
“Perdí la vida, perdí
el color. Estuve en los infiernos. Pero una tormenta feroz me devolvió mi
amplitud de tonalidades ¡Qué lejos quedan aquellas noches largas, y esas
mañanas cortas! Vuelvo a mi ser, con la experiencia del dolor más profundo.
Pero con una revelación: lo que no te hunde te hace más fuerte. He vuelto para
quedarme”, recordaba en sus adentros. Pisó la calle y el horizonte se abrió
paso ante su mirada. El día en que la realidad le asestó un fogonazo de esperanza.
Y el lamento ofreció su último suspiro.
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