martes, 16 de junio de 2020

ARTE / EXPOSICIONES RODIN - GIACOMETTI




 







Rodin – Giacometti
Prórrogada hasta el domingo 23 de agosto
Comisariado: Catherine Chevillot / Catherine Grenier
Comisario adjunto: Hugo Daniel
Fundación Mapfre
Paseo de Recoletos, 23
<C> Recoletos / <M> Colón
Horario: lunes de 17 a 21 horas / de martes a domingos (y festivos) de 11 a 15 horas y de 17 a 21 horas
Entrada: 3 euros / reducida 2 euros / gratuita (lunes no festivos de 17 a 21 horas).
https://www.fundacionmapfre.org/fundacion/es_es/exposiciones/sala-recoletos/tarifas.jsp
Gratuita para el personal sanitario, cuerpo de bomberos y fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (2 entradas por persona).

         El maestro clásico y el discípulo libre
         Era algo necesario volver a la vida después del aislamiento. Reencontrarse con la cultura en vivo. Con las exposiciones, y en este caso adentrarse en el universo de la escultura. Impregnarse de esos mundos, con todo lo que estimula, conmueve y genera. Dejarse impactar por las obras, los bustos, los cuerpos, los detalles de las creaciones, de dos artistas clásicos que son hitos en la historia del arte moderno, uno más clásico (Rodin) y otro más vanguardista (Giacometti).

Las exposiciones que muestran un tándem artístico sirven de reflejo histórico: aportan perspectiva, crean un diálogo, muestran los pasos, la evolución creativa. Muestran influencias entre uno y otro artista. Proyecciones entre maestro y alumno, entre referente y continuación, o punto y aparte. Recuerdo una que me marcó de Picasso y Degas que pudo verse en el Museo Picasso de Barcelona en 2010. Era poderosa la influencia de Degas en Picasso. Curioso porque el malagueño rompió muchos moldes con su estilo cubista. Pero sus inicios estuvieron marcados por su época rosa y su época azul.




La presente muestra aborda el universo de la escultura. Los cuerpos, las formas, los volúmenes, los detalles… Todo ello condensado en yesos, bronces, terracotas, a través de dibujos, bocetos y junto a fotos de los dos artistas en sus respectivos estudios. Cuando hablamos del francés Auguste Rodin (París, 1840 - Meudon, 1917) y el suizo Alberto Giacometti (Borgonovo, Suiza, 1901 - Coira, Suiza, 1966) mencionamos de dos de los grandes escultores de las historia del arte. Ambos residieron en París. Giacometti llega a París cinco años después de haber fallecido Rodin, en 1922. Giacometti pertenece a dos generaciones posteriores a Rodin, pero el influjo y cierto paralelismo está ahí.



Observamos en la muestra un respeto e inspiración de ambos por lo clásico (el arte antiguo: Egipto, Roma, Grecia) y la importancia de los motivos heroicos, religiosos, de celebración. Especialmente en Rodin (con su ‘Monumento a los burgueses de Calais’) pero que busca desligarse de lo conmemorativo y monumental buscando modelos personales (sean escritores como Honoré de Balzac o Víctor Hugo, personas ilustres o desconocidos de su época) trabajando la deformación, el modelado, el fragmento. Rodin capta emociones universales, ya sea a un hombre que piensa, a “La llorona”, al amor, a la rabia o a la sorpresa. Giacometti, admiraba a Rodin al contrario que muchos de sus contemporáneos que le consideraban demasiado tradicional. El suizo explora en una breve etapa el neocubismo, pasa al surrealismo (ambas tendencias brevemente ilustradas en la muestra) para volver a la figura humana como centro de su trabajo. Sus dibujos, sus bocetos son finos, precisos, muestran un dominio de la técnica y una manera de canalizar su arte, su estilo propio.


En el arte existe ese trasvase, esa manera de fijarse en maestros, de tomar lecciones de la grandeza del artista previo. Y eso se plasma en una exposición que canaliza expresividad, que capta el sentir escultórico del siglo XIX y del siglo XX. Se busca la evolución de un proceso a través de la serie, de la repetición. Prácticas que sirven para probar. Rodin exagera formas, no busca la perfección, sino que parece que la perfección llega a él de una manera singular. Giacometti hace suyas unas dimensiones desproporcionadas, que hacen de la obra su manera de concebir el espacio, a los seres. El suizo también mira al pasado, pero busca trasladarlo a un presente concreto, particular. La exposición ilustra la grandeza de ambos artistas, cada uno con sus características. Lo sublime y majestuoso de Rodin, pero a la vez introspectivo, humano, a punto de desbordarse. Las dimensiones de Giacometti, de esas figuras humanas sobre esas plataformas, bandejas que conforman una superficie, un contexto. El final es sublime con ese “Hombre que camina” de Rodin y “El hombre que camina” de Giacometti, en un alegato por la condición humana inapelable, por transmitir las emociones humanas. Consiguen ‘encender’, activar, rozar tiempo y espacio. Captando las esencias por un instante, delimitando el universo a través de lo diminuto o lo gigantesco de sus creaciones. El legado de las formas y de los sentidos.




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